Explorar la costa peruana es adentrarse en un mundo de contrastes y maravillas naturales que cautivan los sentidos y alimentan el espíritu aventurero. Mi reciente viaje a esta región me llevó a descubrir la asombrosa belleza del desierto de Paracas, donde la inmensidad del paisaje desértico se fusiona con el azul intenso del océano Pacífico. Al subir a los buggies, sentí una montaña rusa de emociones, mucha adrenalina y nervios, mientras nos adentrábamos surcando las dunas, el viento acariciaba mi rostro y el sol se sumergía lentamente en el horizonte.
El momento culminante llegó al caer el sol, cuando nos detuvimos en un punto estratégico para poder disfrutar del sol desapareciendo tras las dunas, tiñendo el cielo de tonos anaranjados y rosados, un espectáculo de colores nunca antes visto por mis ojos. Y qué mejor manera de celebrar esta experiencia increíble que con un picnic lujoso bajo el cielo estrellado, en una carpa dispuesta en el medio del desierto, nos recibieron con una picada de fiambres, quesos y vino, luego pudimos degustar unos pinchos de carne con verduras, de plato fuerte chancho a la caja china y de postre panqueque con dulce de leche, todo estuvo delicioso, cada bocado se mezclaba con la magia del momento, fue una experiencia única e inolvidable
Al día siguiente, nos aventuramos a las misteriosas Islas Ballestas, un paraíso natural habitado por una impresionante variedad de fauna marina. Desde el barco, contemplamos “El Candelabro”, una enigmática figura grabada en la ladera de una colina, cuyos orígenes aún suscitan debates y teorías. Mientras navegábamos, avistamos una asombrosa variedad de fauna, desde leones marinos hasta pingüinos, una experiencia que despertó mi fascinación por la riqueza biológica de la zona. Para esta excursión te recomiendo tomar previamente una pastilla para el mareo para prevenir que la navegación te cause malestar.
Por la tarde, nos dirigimos a “Tacama”, la viña más antigua de Sudamérica, donde el aroma a uvas maduras y la calidez del entorno nos recibieron con los brazos abiertos. Un almuerzo de comida peruana tradicional nos deleitó con sabores auténticos y reconfortantes, seguido de una cautivadora cata de piscos que despertó mi paladar a nuevas sensaciones. La visita guiada por los viñedos nos sumergió en la historia y el arte de la viticultura peruana, dejándonos con una profunda apreciación por la pasión y el trabajo dedicado a cada copa.
Para finalizar este recorrido, visitamos el oasis de la Huacachina, el único oasis natural de Sudamérica, un lugar que debes visitar sí o sí en tu viaje a Perú. Es el sitio perfecto para hacer sandboarding, subirse a los areneros para un paseo emocionante por las dunas, disfrutar de la vida nocturna de la zona y probar gastronomía peruana en alguno de sus tantos restaurantes. Este oasis se formó gracias a una corriente de agua subterránea, que generó el crecimiento de plantas y árboles en medio del desierto de Ica. Es un pueblo muy pequeño pero tiene una vibra fantástica. Posee un clima cálido, gente amigable, atardeceres de ensueño y además tiene la fortuna de tener un hermoso oasis en el desierto.
En cada rincón de la costa peruana, encontré una historia por descubrir y una aventura por vivir, dejando una marca imborrable en mi corazón viajero. Desde las dunas del desierto de Paracas, las aguas turbulentas de las Islas Ballestas, el paradisiaco oasis de la Huacachina y los viñedos centenarios de Tacama, cada experiencia fue increíble y las atesoro con gratitud y emoción. ¡Qué privilegio es explorar este magnífico rincón del mundo y compartir sus maravillas con todos ustedes!